domingo, 7 de marzo de 2010

"Para cuando nos reencontremos"

Esa tarde Ximena no se sentía muy bien, de su armario tomó una chaleca para el frío y se dirigió a la plaza cercana a la casa de sus padres. Caminando a paso lento tomó aire y percibió como sus ideas se refrescaban.
Una vez sentada en una de las bancas, dirigió su mirada hacia los niños que jugaban en el columpio, unas iban otros venían, similar a una danza alegre, recordó el tiempo de su niñez.
Sólo por unos instantes pareció olvidar su propia realidad, llena de conflictos internos y de despertar a la adultez, aún siendo muy joven.
De un momento a otro escuchó una suave voz que se dirigía a ella, ¡Ximena, Ximena!, la nombraba varias veces. Sin embargo, ella pareció no darle importancia hasta que la voz se percibió más fuerte.

--¿Porqué te sientes tan mal si estas llena de vida?--, preguntó la voz.

La muchacha sintió miedo, miró para todos lados pero veía sólo niños y ninguna persona que se dirigía hacia ella. No obstante, la voz volvió aparecer y a repetir lo mismo.

--¿Porqué te sientes tan mal si estas llena de vida?—y agregó-- ¿Acaso no ves que no estas sola?

La joven no entendía lo que pasaba, estaba confundida, pensó que se volvía loca o que todo era producto de su imaginación. Sin embargo, al dirigir las manos a su estómago sintió que esas preguntas provenían desde ahí.

--“Sí Ximena, esa voz soy yo, aquella hija que esperas hace tres meses y que me tienes escondida de tus padres. ¿Cómo es posible que te esté hablando?, madre por favor entiende que yo, ya estoy viva”.
--“Pero cómo, esto no puede existir, tú aún no tienes forma, no puedes ser un bebé”, respondió Ximena.
--“Sí puedo ser un bebé, puedo ser tú hija, porque mi espíritu ya está en tí, fui predestinada para hacerte compañía y para luchar contigo ahora que estas sola. Todo puede ser, porque no hay fuerza más poderosa que la perseverancia de una mujer”.

Ximena, se largo a llorar desconsolada por unos minutos, después se calmó completamente y un alivio mágico se llenó en su interno, para decirle a la que se llamaba su hija.

--¡Perdóname por sentirme de esta forma y por no creer en tí, dime qué puedo hacer por tí hija mía!—
---“Mamá no me elimines de tú vida, juntas seguiremos adelante, lo único que quiero, lo único que te pido para cuando nos reencontremos, es que me des Amor”.—

Por Paulina Villablanca F.

jueves, 11 de febrero de 2010

Amor en una Curva del Tiempo


Nada más que una oportunidad, fueron las palabras de Vicente cuando caminaba con rumbo al centro de la capital. Un traje bonito, un perfume suave, no pareciendo demasiado imprudente, su peinado como siempre, hacían en él a una persona muy preocupada por su aspecto. Pero no sólo se destacaba en su apariencia física, eso iba más allá como una inteligencia brillante, lúcido, con un mar de ideas en proyectos y más aún su juventud que hacían en él todo un hombre de 29 años.



Quien lo viera, nadie creería que se reuniría con su amada, Sandra, una joven que tenía cinco años menos que él. Ambos estaban enojados desde hace un tiempo, el motivo los celos incontrolables de Vicente opacaban cualquier momento de felicidad entre ambos.



Al llegar a la esquina en que se habían citado vio que ella aún no llegaba al encuentro, entonces se acomodó la chaqueta y miró su reloj de plata que guardaba en su bolsillo.



Los minutos pasaban, al igual que las horas y no había ningún vestigio de ella por las calles, Vicente nervioso buscaba con su mirada, no desistía a que Sandra no llegara, pensó que algo le había pasado.


De un momento a otro, el joven comenzó a correr por las calles en su encuentro, sin embargo se percató que no habían carruajes por ningún lado, sino unas máquinas de cuatro ruedas que se movían extrañamente. Los hombres que deambulaban portaban unos objetos en su oídos y hablaban al aire como si estuviesen poseídos.



Para Vicente nada encajaba y la desesperación se hizo presente corriendo de un lado para el otro, debía salir de esa ciudad “endemoniada” como la llamó y buscar a su novia.



Sin embargo, él no entraba en consciencia de su verdadera realidad, cuando en esa misma calle en el año 1.800 esperaba a su amada y al verla acompañada desde la otra acera con otro hombre, un primo lejano, se avalanzó, siendo arrollado por un carruaje.